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En las presentes circunstancias de confinamiento la intolerancia a la frustración ha sido protagonista, aunque no siempre hayamos sido conscientes de ello.
Si quieres conocer más sobre las consecuencias de la intolerancia a la frustración, continua leyendo.
¿Por qué actúo así?
La poca tolerancia a la frustración nos afecta al día a día, pero, en circunstancias fuera de lo común, ésta puede convertirse en algo difícil de manejar.
Si quieres saber más sobre la intolerancia a la frustración, pincha aquí
Muchas de las conductas de irritabilidad, nerviosismo o sentimientos de desánimo y desidia se pueden deber a la intolerancia a la frustración.
¿Qué consecuencias tiene la intolerancia a la frustración?
La intolerancia a la frustración puede tener múltiples consecuencias. La más obvia y, muy posiblemente, la más dañina, es la infelicidad que se deriva de ella. Tener una baja tolerancia a la frustración provoca que determinadas circunstancias que no tendrían que tener una mayor relevancia nos afecten mucho más de lo que de ellas sería esperable, causándonos un daño poco deseable y, consecuentemente, sufrimiento.
De este modo, un hecho que podría causarnos un simple enfado o disconformidad se convierte en todo un drama que nos afecta y nos provoca sufrimiento.
Todos estos episodios, si son muy frecuentes a lo largo del día, desembocan en una continua infelicidad, sin que se sea posible disfrutar de otras cosas positivas del momento.
La intolerancia a la frustración es, por consiguiente, todo un fastidio y algo que sería deseable desechar de nuestra vida diaria si realmente queremos ser felices.
No obstante, la infelicidad y el malestar no son las únicas consecuencias que se derivan de la intolerancia a la frustración. De hecho, las tres conductas más frecuentes derivadas de esta circunstancia son: la autoagresión, la heteroagresión y la evasión.
Cuando estos comportamientos derivados de la intolerancia a la frustración se hacen visiblemente patentes es en casos en los que la intolerancia es muy elevada o en los casos en los que existe un trastorno de personalidad, por ejemplo. Asimismo, es frecuente que aparezcan como conductas disruptivas en adolescentes con problemas de conducta.
En el resto de los casos, estos comportamiento nos pasan desapercibidos en el día a día y los integramos o interpretamos como parte de nuestro modo de ser y comportarnos, o lo achacamos a las circunstancias que vivimos, como, en este caso, el confinamiento. Es por ello importante saber identificar estas conductas con el fin de minimizarlas o eliminarlas y así combatir lo más eficientemente posible el malestar emocional que nos provoca.
Autoagresión
La autoagresión es la conducta por la cual una persona se provoca un daño a sí misma.
Puede ser que lo primero que nos venga a la mente cuando escuchamos el término autoagresión o conductas autolesivas sean comportamientos tales como hacerse cortes o lesionarse intencionadamente. Eso es correcto, pero únicamente en los casos más extremos. La autoagresión tiene múltiples manifestaciones y muchas de ellas nos pasan desapercibidas.
Un modo frecuente de autoagresión es la realización de conductas autodestructivas o auto sabotaje. Pensamientos autodestructiuvos, negativos hacia nosotros mismos o de culpabilidad son modos de autoagresión.
De este modo, cuando nos comportamos de modo que nos dañamos a nosotros mismos, a sabiendas de ello, estamos acometiendo una autoagresión.
Heteroagresión
La heteroagresión es la conducta por la cual una persona provoca un daño a otra persona.
Posiblemente, lo primero que pensemos cuando se menciona la heteroagresión es una acción violenta hacia otro, por ejemplo, golpear a alguien. Pero esta manifestación únicamente sucede en los casos más extremos, lo más común son los pensamientos agresivos hacia otra persona o las conductas verbales, como los insultos.
Cuando estamos irritables es posible que contestemos mal a otros o, incluso, que los insultemos. Esto es una conducta de heteroagresión.
Evasión
La evasión es la conducta por la cual una persona huye de una situación que no se considera capaz de afrontar, a través de la realización de otra conducta que le impida pensar o responsabilizarse de la primera.
Las conductas más representativas de evasión son las relacionadas con la ingesta de drogas o la automedicación. De este modo, es muy posible que muchos casos de adicciones y alcoholismo se deriven de una evasión ante situaciones vitales percibidas como imposibles de abordar.
Peros estos casos no son los más comunes. Normalmente la evasión se traduce en el día a día en conductas tales como comer en exceso y/o mal y/o refugiarse en videojuegos o realizar compras compulsivas, por ejemplo.
Llegados a este punto, se cree necesario realizar una aclaración, la cual se va a plasmar a modo de ejemplo. Imaginemos que tenemos un día muy malo en el trabajo. Al salir del mismo sabemos que llegaremos a casa y estaremos cansados y desanimados. Como es viernes, nos espera un fin de semana triste. Pero, en lugar de ello, se nos ocurre otra opción alternativa: llamar a unos amigos e irnos de copas. En este proceso bebemos en exceso y al día siguiente tenemos la consecuente resaca. ¿Es esto una conducta evasiva? No, esto es un modo adecuado (aunque según en qué caso, más o menos) de afrontar una situación. Démonos cuenta de que no hemos huido del problema, sino desconectado durante el fin de semana del mismo. Si el lunes regresamos al lugar de trabajo y afrontamos el problema, seguramente lo hagamos de modo más exitoso que si el viernes nos hubiésemos quedado en casa llorando por las esquinas, ya que desconectar del problema puede darnos una perspectiva diferente del mismo, más optimismo y ánimo para su solución.
Es decir, desahogarse o despejarse jugando a un videojuego, saliendo con los amigos o dándose un homenaje culinario no es una conducta evasiva nociva, si el problema no se deja de lado, sino un modo (y muchas veces muy adecuado) de afrontar una situación negativa.
Otra situación muy diferente es que el problema se deje de lado, sin solucionar y sin afrontar, y que éste crezca como un dragón, difícilmente combatible, mientras nosotros nos damos la fiesta y sin que, además, queramos reconocer que algo está ocurriendo, de modo que nos repercuta en nuestra actividad laboral, social, familiar y/o personal. Este caso sí sería una conducta evasiva nociva y muy propia de la intolerancia a la frustración.
No me gusta lo que ha ocurrido, así que no lo afronto, no lo pienso. Ergo, no existe. Para ello me refugio en otras cosas que me alejan de la realidad
Conductas de intolerancia a la frustración en el confinamiento
Puede que algunas personas se hayan sentido identificadas con las conductas expuestas en este artículo o que las hayan reconocido en alguna persona a las que acompaña en este aislamiento.
Es fundamental prestar atención a conductas que podemos considerar normales y achacarlas al estado de aislamiento, cuando, en realidad, no lo son.
Es importante distinguir estas conductas con el fin de poder eliminarlas o minimizarlas, ya que, prolongadas en el tiempo, pueden desembocar en un gran malestar emocional, ansiedad y/o desánimo. Asimismo, si estas conductas van en aumento aun después del período de asilamiento, lo más adecuado es ponerse en contacto con un profesional.
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