30/05/2023

¿Por qué no se reacciona ante el abuso? Los perros de Seligman: Aprendiendo a ser pasivo

Indefensión-aprendida-psicodifusion
Los que no conocen el dolor solo están asustados al principio, después llegará el desconcierto y el espanto al comprobar las ilimitadas viabilidades la morfología humana. Los que conocen el dolor se derrumban antes de comenzar. (E. Almansa)

Ante una situación de peligro o amenaza de la propia integridad física se puede reaccionar de múltiples maneras. Una de ellas es la pasividad, lo que, paradójicamente, resulta incomprensible, ya que no solo es biológicamente contradictorio si de supervivencia instintiva se trata, sino que resulta del todo irracional. Permanecer pasivo ante un peligro o daño inminente es aceptar su última y más negativa consecuencia.

Entonces, ¿por qué se reacciona con pasividad en este tipo de situaciones? La respuesta comienza por entender el concepto de “indefensión aprendida”.

¿Qué es la indefensión aprendida?

La indefensión aprendida es el modo en el que se denomina una respuesta específica pasiva ante un daño o peligro evidente ante el cual se puede disponer de recursos para escapar. No se trata de un trastorno, sino de una condición psicológica o de percepción de que cualquier actuación ante la situación adversa sería inútil y, por consiguiente, se permanece pasivo ante la misma. Lo paradójico de esta condición de pasividad es que se aprende.

La pasividad se aprende

¿Cómo se explica la indefensión aprendida?

Para explicar la indefensión aprendida se suele utilizar un ejemplo de experimento que, aunque falso, es bastante explicativo:

Supongamos que a un primate se le implantan electrodos en el canal anal o parte inferior del recto, lo cual resulta, evidentemente, en extremo doloroso. Cuando los electrodos se activan, el primate, que no comprende por qué ocurre el dolor, reacciona golpeando a un compañero (heteroagresión). Ante esta reacción las descargas cesan, por lo que el primate aprende que el dolor cesa si se defiende. Cuando esta respuesta es aprendida, se vuelven a activar las descargas, con la diferencia de que, en esta ocasión, no cesan cuando el primate golpea a un compañero. El primate, ante el deseo inminente de que el dolor termine, comienza a agredirse a sí mismo (autoagresión) y las descargas cesan. Cuando esta respuesta de autoagresión se aprende llega un momento en el que la autoagresión no hace que las descargas cesen. ¿Qué hace entonces el primate? Nada. Se arrincona en una esquina y se balancea. Este estado se denomina indefensión aprendida.

El experimento: Los perros de Seligman

El ejemplo anterior, aunque falso, está inspirado en un hecho real: el experimento por el cual se acuñó el concepto de indefensión aprendida, el cual forma parte del sumario de experimentum horribile de la historia de la psicología/psiquiatría.

El responsable de esta idea de dificultosa concepción espontánea fue el señor Seligman que, junto con su colega Overmaier, en el año 1967 diseñó un experimento compuesto por tres grupos de perros. A todos los perros les colocaron un arnés con capacidad para proporcionar descargas eléctricas con el siguiente fin:

• Al grupo 1, aunque con arnés, no se les proporcionó descargas.

• Al grupo 2 se le proporcionaron descargas ocasionales, las cuales podían pararse accionado una palanca. Los perros aprendieron pronto a accionar la palanca con el hocico y así poner fin al dolor.

• Al grupo 3 se le proporcionaron descargas ocasionales, al igual que al grupo 2, con la diferencia que los perros de este grupo no disponían de palanca ni ningún tipo de dispositivo que impidiese el cese del dolor.

Tras esto, se colocaron todos los perros en una jaula diseñada al efecto en la que el suelo estaba electrificado en una de sus mitades, separada de la otra mitad por una pequeña valla. Cuando las descargas se activaron, los perros del grupo 1 y del grupo 2 saltaron la pequeña valla poniéndose a salvo de las descargas. Por el contrario, los perros del grupo 3 permanecieron inmóviles en un rincón de la jaula, padeciendo las descargas, sin hacer nada, sin evitarlas, a pesar de observar cómo los otros perros habían escapado.

Los perros del grupo 3 habían llegado a un estado que Seligman denominó “indefensión aprendida”, ya que habían aprendido una cruel lección: permanecer pasivos ante un dolor o daño, aunque este se pudiese evitar.

El experimento de Seligman se trata de un experimentum horribile actualmente impensable e imposible de llevar a la práctica

¿Por qué ocurre?

Cuando un daño se percibe como incontrolable se aprende a permanecer pasivo ante el mismo. Esto ocurre por tres factores:

1. Factor motivacional: Cuando las respuestas no afectan a las consecuencias, estas respuestas tienden a disminuir.

2. Factor cognitivo: Se aprende que ninguna respuesta afecta a la consecuencia.

3. Factor emocional: La repetida exposición a estímulos aversivos provoca una serie de desórdenes de ansiedad y miedo que culminan en depresión y, consecuentemente, en un deterioro fatal de la autoestima.

La pasividad se aprende cuando determinadas situaciones se perciben como incontrolables, aunque no lo sean realmente

¿Qué explica la indefensión aprendida?

Trasladado fuera de la jaula de experimentación, la indefensión aprendida se observa en muchas conductas humanas, sobre todo en relaciones de maltrato, tanto físico como psicológico, cuando la víctima, aunque tiene la oportunidad de huir de la situación o de su abusador, no lo hace, sometiéndose al abuso una y otra vez. Esto puede ocurrir en cualquier entorno ya sea en la pareja, en la familia, en el círculo social o en el trabajo.

¿Tiene solución?

Todo aprendizaje es susceptible de anularse. La indefensión aprendida, como aprendizaje que es, puede ser eliminada. El proceso, a nivel experimental, consiste en enseñar a los perros que pueden escapar de las descargas. Es decir, aplicar al grupo 3 las condiciones del grupo 2, de modo que ante la descarga tuviesen una palanca que permitiese cesar la misma.

A nivel de conducta humana, el proceso es similar. La persona únicamente debe entrenarse en conductas encaminadas a la solución de problemas. El principal inconveniente de la indefensión aprendida, no obstante, no consiste en la anulación de ésta, sino en la incapacidad para identificar una situación de abuso.

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