
Como se explicaba en artículos anteriores, el Síndrome de Tourette (ST) no es un trastorno degenerativo, de hecho, ni siquiera entraña ningún tipo de peligrosidad o gravedad. No obstante, el ST no queda exento de provocar malestar no ya por su sintomatología inherente, sino por la gran comorbilidad que presenta con otros trastornos (como el TOC), pero, sobre todo, por el estigma social de algunos de sus síntomas como son los tics.
En este sentido, el malestar derivado del ST no proviene del trastorno en sí, sino de la repercusión de sus síntomas en el entorno, lo cual puede provocar ansiedad, depresión, falta de autoestima y, sobre todo, dificultad para desarrollar adecuadamente habilidades relacionales lo que se traduce, en definitiva, en un deterioro evidente de la calidad de vida.
Gran parte del malestar del ST proviene de las dificultades sociales
¿Qué tipo de repercusiones sociales se presentan con el Síndrome de Tourette?
El ST tiene una característica que lo diferencia de otro tipo de trastornos, que es su visibilidad. En este sentido, mientras que otro tipo de trastornos resultan inadvertidos, el ST es manifiestamente evidente.
El ST, a diferencia de otros trastornos, es evidentemente visible
Esto puede provocar un rechazo social e interferir negativamente en las relaciones sociales de las personas que padecen ST.
Dado que las habilidades relacionales no son innatas, es decir, que no se nace con ellas, y que se desarrollan a lo largo de la vida, las posibles interferencias negativas del ST con respecto a la socialización repercute, a su vez, en la posibilidad de que éstas se desarrollen adecuadamente, ya que las oportunidades de socialización pueden verse mermadas.
Los problemas para relacionarse con los demás son frecuentes, y un gran porcentaje de la población presenta este tipo de dificultades. Las habilidades relacionales se aprenden a lo largo de la vida, pero este aprendizaje es significativo durante la infancia y la adolescencia. Si durante estas etapas vitales el niño ha experimentado un déficit de socialización, es probable que sus habilidades sociales no estén adecuadamente desarrolladas.
De este modo, nos encontramos con un círculo vicioso que retroalimenta la socialización en el ST: El rechazo provoca que haya menos interacciones sociales, lo que provoca que se tengan menos habilidades relacionales, lo que provoca a su vez rechazo de nuevo.
¿Por qué ocurre esto?
Algunos de los síntomas del ST son muy llamativos, como es el caso de los tics. Los padres de los niños con ST suelen alarmarse enormemente cuando sus hijos comienzan a presentar tics, previamente al diagnóstico, el cual, una vez que conocen el síndrome, suele ser tranquilizador. La familia y el entorno cercano de las personas con ST conocen el trastorno y poseen una información completa sobre el mismo que pueden trasmitir a otras personas cercanas. Pero no todas las personas poseen esta información, y la falta de la misma, combinado con la muy posible poca formación de muchas personas, puede provocar el rechazo de estas hacia el ST. Estas circunstancias son especialmente evidentes entre niños y adolescentes, edades en las que cualquier tipo de elemento diferenciador puede ser motivo de exclusión y rechazo.
¿Hay solución?
Siempre hay solución. Las habilidades sociales son susceptibles de aprender. En este sentido, existen una gran cantidad de profesionales especializados en procesos de comunicación que pueden dotar de estrategias efectivas para relacionarse adecuadamente.
La falta de habilidades sociales puede solucionarse
¿Cómo se puede prevenir?
La prevención puede orientarse desde dos perspectivas: en lo que respecta a la personas con ST y en lo que respecta al resto.
En lo que respecta a las personas con ST, es imprescindible que se priorice el aprendizaje en habilidades sociales con el fin de que la falta de destreza en las mismas no sea un factor que sume negativamente a la socialización. Este aprendizaje debe realizarse lo más tempranamente posible, preferiblemente en la infancia. No obstante, las habilidades relacionales pueden ser aprendidas en cualquier momento de la vida.
En lo que respecta al resto de las personas, la prevención del rechazo comienza con la información. Una divulgación efectiva de lo que es el ST, sus consecuencias, su desarrollo y sus síntomas minimizará el posible problema. La sociedad teme lo que desconoce. Si no se posee una información fiable y veraz sobre un trastorno, este se tiende a rodear de mitos falsos y a estigmatizar a quien lo presenta (por ejemplo: es mortal, es degenerativo, es violento, está loco, se contagia, etc.). Es por ello de gran importancia realizar una divulgación de información efectiva que minimice y con el tiempo elimine esta infortunada circunstancia.
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