
La onicofagia es el acto de comerse las uñas o arrancárselas en su totalidad o en parte. Esto puede repercutir en la vida diaria de las personas y tener consecuencias negativas.
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Consecuencias negativas de la onicofagia
Muchas personas se muerden las uñas de modo puntual, lo que apenas conlleva consecuencias. Pero la onicofagia se puede convertir en un problema si se realiza de modo excesivo como una conducta habitual, dado que sus consecuencias pueden ser muy negativas.
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Algunas de las consecuencias negativas más frecuentes de la onicofagia son:
• Consecuencias en la salud. La onicofagia es una práctica de riesgo para el comedor compulsivo, dado que cada vez que éste lleva sus dedos a la boca no sólo se come las uñas, sino que ingiere todos los posibles gérmenes que ésta lleva.
Es imposible mantener las manos impecablemente limpias en todo momento, por lo que es inevitable que bacterias y otros elementos indeseables se abran paso por el organismo.
De este modo, se pueden desarrollar diversas infecciones derivadas de la práctica. Los niños tienen un riesgo extra, ya que muchos pueden desarrollar parásitos como las lombrices, cuyos huevos podrían estar bajo las uñas en los casos, por ejemplo, de haber estado jugando en parques con arena o similar.
Comerse las uñas puede provocar infecciones
Si el comedor de uñas, además, es aficionado a la piel circundante de esta y/o a la cutícula, puede desarrollar panadizos, que es una inflamación aguda y flemonosa de las partes blandas de los dedos, lo que puede provocar, a su vez, una infección extra en los dedos.

Las heridas adicionales provocadas por morder la piel de alrededor de las uñas y las cutículas son una vía propicia para que se presenten toda clase de infecciones oportunistas.
La infección de los dedos puede pasar a la boca y ésta al sistema digestivo, produciéndose una especie de círculo vicioso patógeno.
Asimismo, esta práctica puede también transferir los oxiuros o bacterias enterradas bajo la superficie de la uña de la región del ano a la boca. Las personas que se tragan las uñas puede desarrollar problemas de estómago, ya que pueden ser nocivas a nivel digestivo.
Todo esto se suma al hecho de que las heridas causadas por morderse las uñas son dolorosas y pueden causar grandes molestias cuando se manipulan determinados objetos o se vierten determinadas sustancias en las manos.
En este sentido, prácticas rutinarias como el hecho de exprimir un limón para condimentar el delicioso pescado del almuerzo puede resultar toda una tortura.
La salud dental también se ve comprometida con la práctica de la onicofagia, ya que puede deteriorar la adamantina frontal de los dientes y provocar caries, que pueden verse, a su vez, agravadas por las bacterias que pasan a la boca por las uñas. Asimismo, puede ocasionar malformaciones a nivel mandibular.
• Consecuencias sociales. No hace falta mencionar que, en una reunión social, el acto de morderse las uñas no es protocolariamente adecuado y menos aun en el ámbito laboral. Si la persona no puede controlar el hábito o lo realiza de modo no consciente, su imagen social puede verse mermada.
Comerse las uñas afecta socialmente
Asimismo, la visión de la uñas comidas en general y de un panadizo en particular, no es especialmente estética, pudiendo provocar en otras personas incluso sentimientos de repulsión.
Cuando la práctica de comerse las uñas se alarga en el tiempo, puede ocurrir que las uñas no crezcan más, quedándose pequeñas y produciendo que los dedos se ensanchen.
Hay que tener en cuenta que la imagen de las manos es muy importante a nivel social. Unas manos cuidadas indican higiene y buena presencia. En el entorno laboral la imagen debe ser especialmente cuidada y unas manos castigadas no contribuyen positivamente a ello.
El protocolo social obliga a dar la mano, a saludar y a expresarse con ellas. Por ello, la desagradable imagen de unas manos con medias uñas y con lesiones puede ser perjudicar en mucho la interacción social.

• Consecuencias emocionales. Morderse las uñas es una conducta relacionada con el nerviosismo y la ansiedad que, ya instaurada, se convierte en un problema de control de impulsos.
Esto deriva en que, para la persona que se come las uñas, abandonar el hábito resulta realmente difícil y más aun parar la conducta una vez que ésta ha comenzado.
Esta situación se traduce en que la persona además de ser tendente a la ansiedad y al manejo de los impulsos es consciente de su incapacidad para abandonar una conducta que no le es grata, lo que merma su autoestima.
Asimismo, la imagen personal puede verse deteriorada. En niños, la imagen de las manos puede ser un motivo de estigmatización.
Comerse las uñas puede deteriorar la imagen personal
Todas estas consecuencias provocan que la persona sufra más ansiedad, y que la conducta aumente.
¿Se puede dejar el hábito?
Dejar de comerse las uñas es posible. Obviamente, en dependencia del grado de instauración de la conducta, abandonar el hábito va a resultar más o menos difícil.
Una de las grandes dificultades que presenta este hábito es que las uñas están siempre presentes, es decir, no se pueden evitar.
Si en la conducta estuviesen implicados otros elementos físicos, un buen comienzo sería evitarlos (sacándolos de casa, no comprándolos, etc.), pero en el caso de las uñas no es posible.
Otra dificultad es que cuando la persona abandona el hábito por completo, únicamente basta que se lleve de nuevo una uña a la boca (por ejemplo, como un inocente intento de librarse de una uña rota) para que vuelva a recaer en la conducta de nuevo.
Para las personas que realizan esta práctica de modo puntual existen numerosos remedios caseros que son útiles, como por ejemplo utilizar esparadrapos o esmaltes especiales con mal sabor.
El problema de este tipo de soluciones es que son muchas las situaciones, por ejemplo, en las que no es conveniente presentarse con esparadrapos en los dedos y que los esmaltes, aunque funcionan para muchos, no son adecuados para otros.
En este sentido, hay personas que llegan a acostumbrarse al sabor del esmalte y terminan comiéndose este y la uña, lo cual tiene una doble consecuencia que agrava el problema inicial: por un lado el hecho de que el remedio no le funcione y que además se acostumbre al sabor del esmalte va a traducirse en un sentimiento de fracaso doble, por lo que retroalimentará la ansiedad y aumentará la conducta de morderse las uñas; y, por otro lado, es conveniente investigar qué tipo de componentes contiene el esmalte, porque una ingesta continua de determinadas sustancias puede incluso repercutir en la salud de la persona.
En los casos en los que la conducta esté muy instaurada y en los que los intentos de dejarla hayan fracasado, se puede optar por consultar a un profesional, ya que existen técnicas de intervención para problemas de control de impulsos que resultan bastante eficaces.
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