28/09/2023

Orgullo y pérdidas: Parte 2

Tu derrota es mi derrota

El orgullo y las pérdidas van de la mano. En la primera parte de este artículo (Infraestima e insatisfacción) se trataba la acepción más negativa del orgullo y los motivos por los que surge. A continuación se tratarán sus consecuencias.

¿En qué puede perjudicar el orgullo?

El sentimiento de orgullo, en su faceta negativa, puede resultar muy perjudicial.

La emoción que surge ante el orgullo no solo resulta insatisfactoria para quien la experimenta, sino que es muy dañina, ya que, en la mayor parte de los casos, no sale perjudicada únicamente la otra parte, sino que suele también implicar el menoscabo de uno mismo.

La emoción que surge ante el orgullo es muy dañina

Esta emoción negativa suele contemplarse, sobre todo, en situaciones cotidianas, tanto sociales como familiares. En estos casos es frecuente que, ante un determinado conflicto, se reaccione con un sentimiento de orgullo, evitando ceder para su resolución o mostrar una actitud de entendimiento.

Muchos se sentirán identificados con conductas tales como retirarle la palabra a un amigo cuando nos hemos sentido ofendidos o romper lazos familiares como consecuencia de una desavenencia sin haber intentado solucionar las situaciones que han provocado estas circunstancias por orgullo.

El orgullo provoca, por tanto, conductas muy lejanas a la asertividad, en la que las personas suelen actuar de modo pasivo (indiferentes ante lo que ocurre) o agresivo (mostrando su rebeldía y su decisión de no acceder).

El orgullo provoca conductas muy lejanas a la asertividad

El orgullo se convierte, por consiguiente, en el tapón que impide la fluidez de la solución.

El orgullo es perder

En artículos anteriores se ha mencionado el proceso de negociación, que es de suma importancia a la hora de resolver conflictos.

El proceso negociador podía desembocar en tres posibles resultados en dependencia de los beneficios y/o cesiones de cada una de las partes implicadas: Gana-gana, gana-pierde y pierde-pierde.

En la resolución de un conflicto, el resultado más beneficioso para todas las partes sería el de gana-gana, siendo el pierde-pierde el más perjudicial.

Dado que el orgullo rige parte de las conductas humanas, ¿a qué resultado en la resolución de un conflicto podría conducir? La respuesta es obvia: pierde-pierde.

El orgullo provoca, por consiguiente, en la mayoría de sus apariciones, el pierde-pierde de las negociaciones, sobre todo si ambas partes están actuando bajo su influencia.

Son los casos en los que una parte se niega a ceder y la otra también, de modo que no se llega a una conclusión beneficiosa en perjuicio de ambas partes.

No puede haber, por tanto, desenlace más negativo que aquel que provoca el orgullo.

¿Qué hacer?

En las situaciones en las que el orgullo sale victorioso en detrimento del beneficio de las partes implicadas en un conflicto, únicamente se puede hacer una cosa: evitarlo.

Ciertamente, no invitar al orgullo en un proceso conflictivo resulta más sencillo de palabra que de actuación.

Un modo eficaz de evitar el orgullo es utilizando un poquito de inteligencia emocional, es decir, tratar de identificar esta emoción cuando aparece y gestionarla de modo adecuado sin que resulte perjudicial.

Un modo eficaz de evitar el orgullo es utilizando un poquito de inteligencia emocional

El entrenamiento en inteligencia emocional puede ser, en estos casos, muy efectivo.

Asimismo, es conveniente que seamos conscientes de situaciones anteriores en las que el orgullo ha afectado o perjudicado alguna relación social, familiar o de pareja y plantearnos si podría haber sido posible otro modo de actuación.

Solucionar un conflicto o un problema no es sencillo pero hay que tener en cuenta que el orgullo no va a ser un aliado adecuado si queremos un desenlace óptimo.

Como conclusión cabe recordar que el orgullo es una emoción subjetiva, que se puede gestionar y que no sólo no aporta ningún beneficio, sino que desencadena pérdidas.

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