
Durante la década de los cincuenta, una peculiar furgoneta recorría los Estados Unidos. Cual vehículo comercial de tapicería ambulante, el Lobotomovil, conducido por el doctor Freeman, ofrecía lobotomías a domicilio. Esta situación, cuya recreación imaginativa roza el más oscuro humor negro, formó parte de uno de los episodios más inhumanos de la historia de la salud mental.
¿Qué es una lobotomía?
La lobotomía cerebral es una intervención invasiva (es decir, que en su procedimiento se provoca una lesión) por la que se secciona uno o más fascículos nerviosos del cerebro. La leucotomía es un tipo de lobotomía que se realizaba en el lóbulo prefrontal del cerebro.
No se trataba de una intervención compleja ni consistía en un procedimiento debidamente quirúrgico. De hecho, en la mayor parte de los casos, el paciente se podía ir por su propio pie tras la intervención. La maniobra se realizaba con un instrumento quirúrgico denominado “leucotome” (leucotomo) que consistía en una cánula de 11 centímetros de largo y dos centímetros de diámetro que se utilizaba como un delgado descorazonador de manzanas. El leucotomo se insertaba por debajo del globo ocular y, ayudado por un pequeño martillo, se intervenía el lóbulo cerebral deseado. Este procedimiento se realizó con otros instrumentos, como fue el caso del doctor Freeman, que utilizaba un picahielo. De hecho, su hijo, Walter Freeman III, declaró: “En casa no teníamos nevera. El punzón de hielo apareció por primera vez a la derecha de nuestro cajón de la cocina y funcionó maravillosamente” (American Experience: The Lobotomist, 2008).
La lobotomía no era una intervención compleja
Los orígenes
La historia de la lobotomía se remonta al año 1935 en Lisboa. El doctor Egas Moniz comenzó a realizar este proceso en humanos tras acudir al Segundo Congreso Internacional de Neurología que se celebró en Londres en 1935. En este congreso el doctor John Fulton presentó a los dos primeros pacientes sometidos a una lobotomía: Lucy y Becky, dos chimpacés que presentaban problemas de comportamiento que remitieron tras la extirpación de parte de sus lóbulos frontales, sobre todo Becky, cuyo comportamiento agresivo pasó a ser manso. Previamente, en 1928, el doctor John Fulton había intentado realizar este proceso con primates, pero ninguno de ellos sobrevivió a la operación. Por el contrario, el doctor Moniz fundamentó su operación en un único caso clínico realizado en cerebros no humanos tres meses después de acudir al congreso. La práctica en humanos reportaron buenos resultados a pesar de que el 6% de los pacientes no sobrevivieron y que las secuelas de la intervención abarcaban desde ptosis, nistagmo, falta de control de esfínteres, cambios drásticos de personalidad y funcionamiento social, hasta el estado vegetativo total.
Moniz basó su técnica en un único caso clínico
La teoría consistía en que, destruyendo las conexiones del lóbulo frontal con el resto del cerebro, se podían suprimir los trastornos mentales. No obstante Moniz no comenzó su tratamiento con la leucotomía, sino que previamente inyectó etanol (alcohol) en la sustancia blanca subcortical de los lóbulos prefrontales con el fin de crear una “barrera frontal”. A este procedimiento fueron sometidos ocho pacientes. En el noveno paciente Moniz utilizó por primera vez el leucotomo.
Los informes referían que se realizaban 20 intervenciones en una semana de media en pacientes cuyas edades estaban comprendidas entre los 27 y los 62 años.
El objetivo de crear una técnica que resolviese todos los problemas psiquiátricos y psicológicos en el menor tiempo posible había sido descubierta. Se trataba pues de la intervención psiquiátrica perfecta: sin anestesia (o anestesia local), sin postoperatorio (puesto que se trataba de un procedimiento ambulatorio) y que eliminaba el malestar del paciente (el malestar y el bienestar, pero eso no era trascendente).
Esta técnica se utilizó sobre todo para tratar la depresión y el trastorno obsesivo compulsivo (TOC) cuando otro tipo de tratamientos habían fracasado. Posteriormente, se generalizó para toda clase de trastornos mentales.
El doctor Moniz ganó el premio Nobel de medicina en 1949 por este avance médico. El director de cine Joaquim Jordà emprendió un proyecto cinematográfico a este respecto. Como se trataba de un largometraje de terror, y en la década de los noventa Portugal solo ostentaba en su haber un único premio nobel, la empresa se descartó por motivos obvios. En 1999 Jordà rodó un documental en su lugar titulado Monos como Becky.
El éxito
Las bondades de la lobotomía no tardaron en dejarse oír y su popularidad se extendió una vez que se instauró en Estados Unidos. En concreto, fue el doctor Walter Freeman el responsable en establecer y expandir la leucotomía como procedimiento habitual en el tratamiento de toda clase de trastornos mentales.
El éxito de la leucotomía se extendió con facilidad. Fue el doctor Walter Freeman el que la difundió en Estados Unidos en 1936. La técnica de Freeman era diferente a la de Moniz, ya que éste, en lugar de utilizar un leucotomo, se servía de un picahielo y un mazo de caucho. El doctor introducía el picahielo en el lacrimal y lo martilleaba hasta calcular que llegaba al lóbulo frontal.
El doctor Freeman tuvo tal éxito que habilitó un vehículo, una furgoneta bautizada por él mismo como el Lobotomovil, para recorrer el país y poder realizar las lobotomías por todos los estados. Su paciente Rosemary Kennedy, la hermana del presidente de los Estado Unidos John F. Kennedy, lo lanzó definitivamente a la fama en 1941. Rosemary, que había tenido una adolescencia rebelde, fue sometida al procedimiento a los 23 años de edad, quedando con incapacidad permanente.
El doctor Freeman realizó esta técnica hasta la década de los cincuenta interviniendo más de 4.000 pacientes a los que les cobraba 25 dólares por lobotomía, a pesar de que no tenía ninguna experiencia ni formación quirúrgica. Freeman además generalizó esta técnica para solucionar todo tipo de problemas o situaciones que eran consideradas como problemáticas. De este modo, muchos de los pacientes de Freeman eran homosexuales a los que se pretendía “sanar” de su homosexualidad, todos ellos era personas totalmente sanas que quedaron con secuelas indeseables de por vida. Los problemas de ansiedad o depresión eran también tratados con la leucotomía.
La lobotomía se utilizó para “tratar” la homosexualidad
Muchos de los pacientes de Freeman tenían que aprender a comer de nuevo, eran incapaces de controlar los esfínteres e incluso quedaban en estado vegetativo. Aproximadamente un 15% de las personas intervenidas murieron en el procedimiento. A este respecto cabe destacar un paciente del Instituto de Salud Mental Cherokee, en 1951, que falleció cuando Freeman paró repentinamente el proceso para ser fotografiado realizando su intervención, ya que el instrumento quirúrgico penetró demasiado en el cerebro perforando mortalmente el mismo. Freeman nunca utilizó guantes ni mascarilla en ninguna de las intervenciones.
El final
En la década de los cincuenta aparecen unos nuevos tipos de fármacos, los neurolépticos o antipsicóticos, que se anunciaban como la lobotomía química (y realmente así era). Esto fue el principio del fin de la lobotomía.
Ante la incipiente entrada y éxito de los nuevos fármacos, la actividad de Freeman fue decayendo. El doctor se mudó a California donde abrió una modesta clínica e intentó reciclar su carrera llevando la lobotomía a una nueva categoría de pacientes. Así, amas de casa que estaban aburridas, niños que se comportaban mal (Freeman intervino a 19 menores, uno de ellos de 4 años de edad) o el insomnio podían ser eliminados con este procedimiento.
El fin de la lobotomía coincidió con el fin de Freeman y de su paciente Mortensen. Mortensen era una antigua paciente de Freeman que había sido sometida a tres leucotomías, la cual murió de hemorragia cerebral en la última intervención en 1967, suceso por el cual las lobotomías fueron declaradas ilegales.
En el año 1972 el doctor Walter Freeman muere debido a una complicación derivada de una operación de cáncer.
Mientras tanto, en Portugal, un paciente con severas secuelas tras ser sometido a una leucotomía dispara numerosas veces a Moniz, que sobrevivió pero con numerosas repercusiones en su salud que lo obligaron a utilizar silla de ruedas de por vida. En 1955 El doctor Moniz muere a causa de una hemorragia interna.
El legado
La leucotomía dejó un gran legado: aproximadamente 40.000 personas fueron lobotomizadas en Estados Unidos, 17.000 en Inglaterra, 9.300 en los países escandinavos (Finlandia, Noruega y Suecia), 4.500 en Dinamarca y en Japón esta técnica se utilizó para tratar a niños y jóvenes con problemas de comportamiento. En España se realizaron lobotomías, la mayoría de ellos drogadictos y homosexuales durante la dictadura, aunque el número de pacientes se desconoce.
Muy interesante y recomendable su lectura. Con artículos de esta forma es muy fácil entender cómo la Medicina ha actuado ocasionando muchos perjuicios.