
Generaciones atrás, cuando nuestros abuelos y bisabuelos fueron padres primerizos, la educación de sus hijos no era tema de debate. Comentar u opinar sobre el modo en que se educaban los niños no solo era inapropiado y de falta de respeto, sino que además suponía una ofensa insultante.
Actualmente, son muchos los padres, y no necesariamente primerizos, que se preguntan si la educación que ofrecen a sus hijos es la correcta, ya que son muchos los progenitores abiertos a aprender y a recibir consejos sobre este respecto.
Este cambio conceptual se debe a que en la actualidad se sabe que el entorno familiar es determinante en el desarrollo del niño y que puede afectar en gran medida a su adultez.
Asimismo, se conoce que la educación de los hijos es todo un proceso y no algo determinado e inamovible. Diferentes estudios en familias, y la divulgación informativa de los mismos, nos permiten conocer que existen pautas más o menos efectivas para mejorar la educación que se les brinda a los hijos.
La educación de los hijos es todo un proceso
El entono familiar como pilar del aprendizaje
En la antigüedad la familia era algo que existía por condición, era el lugar donde se nacía y se vivía hasta la edad adulta. Los protocolos sociales y culturales asignaban los diferentes roles familiares de modo inalterable y poco sujetos al cambio.
La evolución social ha permitido que los modelos familiares cambien hacia un diverso y heterogéneo abanico de diferentes patrones de familias, en los que los roles ya no son asignados por defecto y se asumen de modo dinámico y flexible con respecto a los diferentes estilos de vida.
Sea como sea el contexto familiar, cuando el niño nace pasa a formar parte del mismo, y su desarrollo, así como sus primeras experiencias y vivencias, ocurren en él. De este modo, el niño adquiere hábitos, conductas y aprendizajes que asientan los pilares en el ambiente familiar.
Las figuras paternas de los niños, ya sean sus padres o tutores, son modelos de referencia para el menor. La adquisición de conductas, así como el aprendizaje del niño, comienza en la familia y se despliega también en ella. El modelo de comportamiento que al niño se le muestra es el que va a adquirir durante su desarrollo.
Asimismo, las primeras perspectivas sobre la realidad del mundo que adquieren los menores se basan en los enfoques paternos. Es decir, el niño interpretará sus experiencias y sus vivencias en función del tipo de educación que reciban. De este modo, la familia va sentar las bases de cómo el niño entiende las cosas así como su sistema de valores.
Todos estos factores van a condicionar en gran medida, no solo el correcto desarrollo del menor y la adquisición de conductas más o menos adecuadas, sino que también va a influir en la predisposición en el futuro a posibles trastornos o problemas.
Una familia desestructurada es un factor nocivo para el desarrollo del niño, el cual, en su adolescencia o adultez, puede presentar problemas derivados de su entorno temprano.
No obstante, cabe señalar que este factor ni es necesario ni determinante. La familia es de gran importancia en el desarrollo de un menor, pero en ocasiones un ambiente educativo óptimo no es garante de que el menor desarrolle conductas desadaptativas o disruptivas o que presente problemas o trastornos en el futuro.
Asimismo, un ambiente desestructurado, a pesar de ser dañino, no siempre es determinante al 100% en el desarrollo de un trastorno. Las experiencias personales fuera del entorno familiar, la propia personalidad del niño y la predisposición genética son factores que también van a influir en el desarrollo del menor.
¿Qué son los estilos educativos?
El estilo educativo es, como su nombre indica, el modo en el que las figuras paternas (ya sean los padres o los tutores) se relacionan con el niño y las estrategias que ponen en práctica para su crianza. Es decir, se trata del modo en el que se educa a un niño en el entorno familiar.
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Existen numerosas clasificaciones de los diferentes estilos educativos, pero la más utilizada es la descrita por Diana Baumrind en 1967, que divide los estilos educativos en tres tipos: autoritario, permisivo y democrático. Posteriormente, a esta clasificación se le añadió un cuarto tipo de estilo: negligente.
Por norma general, ningún padre cumple al 100% los criterios de un único estilo educativo sino que, en función de la situación, utiliza diferentes estrategias de actuación que pueden corresponder a diferentes estilos educativos. No obstante, sí es cierto que existe un estilo educativo que predomina más que el resto en la educación del menor.
Asimismo, el estilo educativo no tiene que ser similar con todos los hijos de una misma familia. Es posible que a algunos hermanos se les eduque atendiendo a diferentes estilos educativos, independientemente del género o edad de los niños.
El estilo educativo no tiene que ser similar con todos los hijos de una misma familia
La importancia del estilo educativo
¿Es importante conocer qué estilo educativo utilizo? Sí. Conocer nuestro estilo educativo predominante, no solo va a resultar de utilidad para conocer mejor nuestra relación con el menor, sino que puede ser un indicativo para introducir cambios de actitud que pueden mejorar las relaciones familiares en general y el desarrollo del menor en particular.
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