
Un grupo de 7 personas se reúnen para una sencilla prueba de visión. Todos coinciden en una respuesta que se supone obvia. Uno de los participantes, en cambio, da una respuesta diferente. ¿Qué puede ocurrir?
La respuesta a esta cuestión reside en la conformidad de los grupos. Es sabido que la opinión de las personas cambia en función del dictamen social, ya sea por deseabilidad social, por principio de obediencia, por inseguridad, etc. La cuestión reside en ¿hasta qué punto es posible manipular la perspectiva y/o la percepción individual a través de la intervención social?
La conformidad en los grupos
La conformidad en los grupos fue estudiada por Asch en 1951. Para ello formó varios grupos de entre 7 a 9 personas a las que, supuestamente, se les iba a realizar una prueba de visión. La prueba consistía en la visualización de una serie de líneas paralelas dibujadas en una lámina que, posteriormente, tendrían que comparar con otra línea en una segunda lámina. Los participantes deberían decir cuál de las tres líneas de la primera lámina tenía la misma longitud que la línea de la segunda lámina.
La conformidad de los grupos fue estudiada por Ash en 1951
Las láminas eran las siguientes:
Al grupo se le preguntaba qué línea de la lámina 1 es similar a la de la lámina 2. La respuesta es simple: la línea de la lámina 2 es similar a la línea C de la lámina 1.
Pero en realidad el experimento no pretendía medir la visión, sino la conformidad de los grupos. De este modo, todos los participantes del grupo eran cómplices del experimentador, menos uno de ellos que desconocía el propósito real del estudio que era comprobar cómo se reacciona frente al comportamiento de los demás.
El experimento se realizó en una sala en la que todos los participantes debían manifestar su criterio sobre la longitud de las líneas. El sujeto que no era cómplice (sujeto crítico) daba su respuesta el último, de modo que previamente a ella ya había escuchado la respuesta del resto de sus compañeros. El estudio consistía en realizar 18 sencillas comparaciones de tarjetas similares a la anteriormente expuesta, de modo que los cómplices manifestasen una respuesta incorrecta intencionadamente en 12 de ellas.
El sujeto crítico era el último en responder
En las dos primeras comparaciones tanto los cómplices como el sujeto crítico respondieron correctamente a la comparación. A partir de la tercera prueba, los cómplices comenzaron a dar una respuesta diferente incorrecta de modo unánime. De todos los experimentos que se realizaron (123 en total con diferentes sujetos críticos), el sujeto crítico solía dar, desconcertado, la respuesta correcta al final en las primeras exposiciones, pero conforme estas se sucedían, al final cambiaba su respuesta por la respuesta dada por el resto del grupo cediendo ante la presión pasiva del grupo.
Toma un ciervo y llámalo caballo
“Toma un ciervo y llámalo caballo” es un proverbio chino que viene a referirse al principio de conformidad. La frase se remonta a la leyenda del jefe eunuco Zhao Gao en el 207 a.C. La historia cuenta que este jefe, en una recepción oficial, le ofreció al emperador un hermoso ciervo como regalo al cual se refirió como un caballo. La mayor parte de los oficiales de Zhao Gao constataron la belleza del caballo, mientras que otros corrigieron al jefe confirmando que el animal era en realidad era un ciervo. Zhao Gao utilizó esta estrategia como una prueba para comprobar la fidelidad de sus generales. Todos aquellos que le contradijeron e presencia del emperador fueron ejecutados.
“Toma un ciervo y llámalo caballo” es un proverbio chino
Actualmente, se utiliza este proverbio para referirse a la conformidad social, es decir, cómo se manipula el lenguaje o los hechos para disfrazar (o no) algún suceso u hecho objetivo en otra realidad.
Dame pan y llámame tonto
El fenómeno de conformidad de grupos no es similar al “dame pan y llámame tonto”. En el primer caso, se supone que la persona duda, se ve presionada o, en su éxito total, cree realmente que la respuesta o acción que realiza es la correcta aunque evidentemente no lo sea. Asimismo, no existe ningún tipo de recompensa primaria que no sea el posible reconocimiento social o la percepción de pertenencia a un grupo o adaptabilidad. En el segundo caso, la persona es perfectamente consciente de que lo que dice o hace es incorrecto, pero existe una recompensa evidente que resulta más compensatoria que la actuación errónea.
En el día cotidiano
En el día cotidiano el fenómeno de conformidad de los grupos se da continuamente. Es la razón por la que triunfan determinadas modas que objetivamente resultan aberrantes, se acometen determinado hábitos saludables (supuestamente) o insalubres (o no), etc.
A colación con esto, se puede realizar una hipotética reflexión sobre algún hecho reciente. Habitualmente determinados vídeos o imágenes se hacen virales debido a la publicidad de los diferentes medios de comunicación en general y a las nuevas tecnologías en particular. Algunas ilusiones ópticas o auditivas forman parte de estos virales, como el vestido azul/dorado/blanco o la reciente ilusión auditiva “Yanny o Laurel”. Ciertamente se tratan de ilusiones de percepción, con su base empírica correspondiente, pero supongamos hipotéticamente que no lo fuera. Es decir, imaginemos que no es tal ilusión, pero que así se anuncia y lo que resulta claramente audible es Yanny, sin que exista ninguna ilusión que haga escuchar Laurel. ¿Sería posible que la declaración de determinadas celebridades y personas populares que afirmasen escuchar Laurel (evidentemente mintiendo) llevase a otras personas a afirmar que también escuchan Laurel?
Se cierra así el presente artículo con la reflexión expuesta.
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