
Aquí hablamos de los motivos por los que nos gusta pasar miedo. Noviembre es, sin duda, el mes del terror. En esos días hemos podido disfrutar de la fiesta de Halloween un año más. Muchos han sido los hogares decorados con elementos relacionados con el miedo, las personas disfrazadas e incluso la programación de televisión estaba orientada, en muchos canales, hacia el género de terror. Asimismo, este mes ha contado con su propio viernes 13, en el cual muchas personas han aprovechado para disfrutar del cine de terror o hacer una maratón de la saga con nombre homónimo.
Y es que es innegable que Halloween es una de las celebraciones más populares del año y que más adeptos posee. Las celebraciones anuales son controvertidas, de modo que son odiadas por muchos y amadas por otros al mismo tiempo. Hay personas a las que no les gusta celebrar su cumpleaños, o experimentan tristeza en Navidad. Pero nadie se deprime en Halloween.
¿Y eso por qué? Una celebración en torno al terror y la muerte debería ser, por lógica, la más aborrecible. Pero no es así, parece como si nos gustase pasar miedo. ¿Masoquismo? No exactamente.
Si te interesa el motivo por el que nos gusta pasar miedo en general y la celebración de Halloween en particular, continúa leyendo el artículo.
El miedo y el organismo
El miedo es una emoción humana con un fin biológico bien definido: huir ante un peligro o actuar agresivamente, es decir, luchar, ante esa amenaza. Esto se conoce comúnmente como respuesta de “lucha o huida”. Esta respuesta de “lucha o huida” nos permite sobrevivir a situaciones que pueden poner en riesgo nuestras vidas.
El miedo aparece pues porque existe un estímulo que entendemos como peligroso, el cual provoca una respuesta fisiológica en nuestro organismo que se traduce como aceleración cardíaca, sudoración y respiración acelerada. En situaciones más extremas, el miedo lleva a la falta de control de esfínteres e incluso la pérdida de conciencia. Esto tiene un motivo: el miedo nos prepara para huir o luchar lo más efectivamente posible. Para esta situación, el cuerpo, ante el estímulo que nos provoca el miedo, se prepara acelerando el corazón y la respiración (para poder correr más rápido) y evacuando líquidos (a través de la relajación de esfínteres y la sudoración, lo que nos hace más ligeros a la hora de correr). El desmayo, provocado en situaciones más extremas, es un modo de “anestesiarnos” cuando el organismo se ve incapaz de luchar o huir ante el estimulo peligroso.
Existen áreas cerebrales implicadas en el miedo que se activan ante el estímulo que se considera como peligroso y que provocan estos cambios fisiológicos. Así que, ante la pregunta de qué se activa antes, si el mecanismo cerebral o el fisiológico, la respuesta es que se produce simultáneamente, mediante mecanismos de retroalimentación.
Son diversos los neuroquímicos implicados en la sensación de miedo y los cambios fisiológicos, pero los principales son la adrenlina, la noradrenalina y la dopamina. Estos tres neuroquímicos pertenecen a la familia de las catecolaminas (también llamadas aminohormonas) y son sintetizadas a través del mismo percusor, la tirosina, lo que se traduce en que la síntesis de las mismas depende de la síntesis de las otras.
¿Qué tiene que ver la neuroquímica del miedo con que nos guste experimentarlo?
Pues mucho. Como se ha comentado, la síntesis de las catecolaminas depende del mismo percusor y, por consiguiente, la fabricación de este tipo de neurotrasmisores depende le la síntesis del resto de su familia.
De este modo, la síntesis de la dopamina se relaciona con la fabricación de la noradrenalina y de la adrenalina, y viceversa.
La dopamina es un neurotransmisor relacionado directamente con las vías de recompensa, el placer y las conductas adictivas.
Y ahora es cuando hablamos de dos conceptos claves que explican claramente el porqué a algunas personas les gusta pasar miedo: la adicción y el placer.
Como siempre le recomendamos que acuda a un psicólogo si el miedo se convierte en un problema en su vida diaria.
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