
Autora: Paula Borrego. Psicóloga.
Tipos de apego infantil. El apego, como se ha visto en anteriores artículos, es fundamental para el buen desarrollo de las relaciones personales en la edad adulta, aunque este comienza a conformarse desde edades tempranas.
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Tipos de apego infantil
El apego en la infancia se clasifica en cuatro grandes tipos, siendo el apego seguro el mayoritario y, los otros tres, algunos estilos observados de apego inseguro.
Tipos de apego en la infancia o tipos de apego infantil:

Apego seguro
De los tipos de apego infantil, el apego seguro se trata del tipo de apego más habitual que se suele desarrollar en la infancia. El tipo de vínculos que genera este apego se refieren a la presencia de una o más entidades relevantes que permiten al niño una exploración de su entrono sosegada, de tal modo que ofrece un contexto de seguridad en el que refugiarse en los casos de sentir malestar o miedo. Esto ocurre porque se asocia a la figura relevante como algo que cubre las necesidades básicas y específicas requeridas para vivir.
En este tipo de apego la ausencia de la figura relevante genera malestar o angustia, y el regreso es bien recibido.
Apego ambivalente o resistente
Se trata de uno de los tres tipos de apego inseguro, que parte de la existencia de incertidumbres con respecto a la figura relevante. De este modo, el niño no siente una seguridad sobre si esa figura responderá o no a sus necesidades básicas o específicas.
En este tipo de apego, al contrario de lo que ocurre con el apego seguro, el niño no está seguro de si la figura relevante va a estar o no presente frente a situaciones de malestar o miedo.
El estilo de apego ambivalente surge cuando las necesidades del niño se atienden algunas veces, pero otras veces no. Esto ocurre en los casos en los que existe una educación negligente por parte de los educadores.
Si quieres conocer más sobre los estilos de educación, visita el siguiente enlace:
En los casos en los que surge este tipo de apego infantil, el niño tiene a permaneces en todo momento cerca de la figura relevante, ya que el abandono o ausencia de la misma no le asegura que vuelva en caso de necesidad. Cuando la figura no está presente, el niño manifiesta malestar y sufrimiento.
No obstante, la vuelta de la figura de referencia no suele ser acogida con manifestaciones de felicidad, sino que el niño presenta un cierto rencor o rechazo, ya que es el modo de manifestar su malestar con el previo abandono.
Apego evitativo
Se trata de otro de los apegos inseguros que puede desarrollar un niño. En el apego evitativo el niño no busca ni atención ni protección hacia la figura representativa.
Ante la ausencia de la figura representativa, el niño no manifiesta sufrimiento, malestar ni miedo, y el regreso de esta tampoco es celebrado. El niño permanece indiferente ante la figura de apego, o la evita.
Esto ocurre cuando la figura representativa no ha sido sensible a las necesidades del niño, en afecto y/o en protección.
El niño, por consiguiente, no asocia a la figura representativa como algo que promueva su seguridad o bienestar, ni algo que cubra sus necesidades específicas.
Este estilo de apego surge, igualmente, ante un estilo educativo negligente.
Apego desorganizado
Se trata del tercer estilo de apego inseguro, y es el estilo más infrecuente de todos. Corresponde a un tipo de apego en el que se mezclan los dos estilos de apego inseguros, es decir, el ambivalente y el evitativo.
En estos casos, el niño recibe estímulos negativos y positivos, de modo que se produce una contradicción en la previsión de sus cuidados.
De este modo, la ausencia de la figura de referencia se percibe como algo negativo, ya que no se cubren las necesidades esperadas, pero también como un consuelo, si ésta le proporciona estímulos negativos en su presencia. Así, el acercamiento de la figura de referencia suele ser vivido con miedo o alegría. Esto provoca que el niño no busque activamente esta cercanía, produciéndose una evitación.
Este estilo de apego se manifiesta en entornos disruptivos o de maltrato infantil.
Psicodifusión es editada por los psicólogos Paula Borrego y Juan Miguel Enamorado Macías
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