
Autora Paula Borrego
¿Cómo perdonar?
Las ofensas, las traiciones, los desengaños y los malentendidos son aspectos del día a día. En nuestras vidas todos hemos tenido experiencias en las que otros nos hacen daño, y perdonar es, quizás, uno de los actos más difíciles de acatar.
En este artículo se darán algunos consejos de cómo perdonar.
El perdón
(Según la RAE)
Cuando una persona nos hiere, además del hecho por el que nos sentimos dañados, se despierta en nosotros una emoción de decepción, rabia y enfado hacia el agraviador. ¿Cómo perdonar? Esto es algo natural que surge como mecanismo de defensa psicológico con el objeto de que nos alejemos de esa persona, para que no pueda volver a herirnos. Pero la realidad, y las diferentes situaciones vitales, nos llevan a tomar decisiones o a actuar de modo que superemos esos instintos biológicos, y perdonar es uno de estos casos. De este modo, cuando alguien nos hace daño, podemos elegir entre el perdón o el rencor.
Perdonar no significa lo mismo para todas las personas. El dicho “yo perdono, pero no olvido” es algo que nos han inculcado desde la infancia, pero esta actuación dista mucho del perdón, puesto que perdonar es olvidar ese daño y terminar de cerrar la herida que esa persona nos provocó.
De este modo, nos podemos quedar con un resentimiento eterno, con el falso “perdono, pero no olvido”, o perdonar de verdad, y es esto último lo que, en algunos casos, nos otorga la serenidad que buscamos.
El descanso del perdón
El rencor desgasta, cansa, carcome y, en definitiva, provoca sufrimiento en nosotros. Un sufrimiento del que no tenemos por qué depender ni padecer. Y es que el resentimiento conlleva aflicción, impide disfrutar del presente, provoca ansiedad y/o malestar y puede que afecte a las relaciones personales con otros. Si el rencor perdura en el tiempo y se generaliza con varias situaciones vitales diferentes, puede llegar a aislarnos del resto y vivir en absoluta tristeza y soledad, invadidos por sentimientos de injusticia.
Por ello, son muchas las ocasiones en las que nos gustaría perdonar, ya sea por volver a retomar la relación, tal y como era previamente, con la persona que nos ha hecho daño, o por descansar de esa carga que conlleva el propio rencor.
Perdonar supone librarse de esa ansiedad y angustia, y poder, en definitiva, descansar de esa carga.
¿Cómo puedo perdonar?
Son muchas las ocasiones en las que personas cercanas a nosotros nos hacen daño. Se trata de aquellos casos en los que desearíamos volver en el tiempo y cambiar la situación, o que esta vivencia no hubiese tenido lugar. Asimismo, es posible que no queramos pensar más en aquello que alguien nos hizo y que nos causó tanto dolor. Son estos los casos en los que desearíamos poder perdonar. Pero querer algo no significa que se pueda tener, y perdona es, quizás, uno de los elementos más difíciles de cumplir en cuanto a lo emocional se refiere. Esto ocurre porque no se trata de algo que podamos realizar con un cambio en nuestra conducta, sino que se trata de una emoción hacia el otro, y modificar un sentimiento no es algo sencillo.
No obstante, perdonar no es imposible. Para ello, en primer lugar, hay que realizar un compromiso con nosotros mismos, en el que estemos seguros y deseemos perdona al otro, sabiendo que jamás deberemos volver a reprochar ese acto o echarlo en cara. Este compromiso también supone que el hecho que nos dañó no nos vuelva a hacer más daño. Para lograr este compromiso se pueden seguir los siguientes pasos:
–Reconoce la carga del rencor.
Es necesario tomar conciencia de que el rencor está provocando un daño en nosotros y que está suponiendo un lastre con el que cargamos y del que dependemos. Son muchas las ocasiones en las que el resentimiento no nos permite ser feliz y afecta a nuestras vidas. Reflexiona si realmente deseas seguir con esta carga siempre. Si nos libramos de esta molestia seremos más felices que con ella.
–Toma conciencia de que el rencor te debilita.
El resentimiento nos afecta a la felicidad, pero también nos debilita. De este modo, no solo apaga nuestro ánimo, sino que también afecta a las relaciones con los demás.
–Sincérate.
Es importante que te sinceres contigo mismo en primer lugar y, después, con el otro. Piensa en el motivo de por qué la actuación del otro te hizo daño, y exprésalo a aquella persona a la que deseas perdonar, si es que deseas reconciliarte con ella.
–Utiliza la empatía.
Las personas, por lo general, no hacen las cosas mal a conciencia (a no ser que sean personas tóxicas). Cuando alguien hace algo mal es porque no sabe hacerlo de otro modo o porque se ha equivocado. Piensa que todos somos falibles y que todos cometemos errores. Muchas veces es necesario utilizar la empatía y ponernos en el lugar del otro. Aunque no estemos de acuerdo con sus actos o su postura, puede que, en su lugar, nosotros hubiésemos reaccionado del mismo modo.
Si quieres conocer más sobre las personas tóxicas visita este enlace:
–Vivencia la situación con normalidad.
Reflexiona sobre lo que te ocurrió y que te hizo daño, y piensa que el dolor es parte de la vida. Al igual que con una enfermedad o lesión, ocurrió y dolió, pero ya pasó. Tómalo como algo que forma parte de tu vida, como los buenos momentos de la misma, pero sin dejar que esta experiencia te vuelva a dañar, al igual que no te daña recordar una antigua contusión que ya curó.
Superar las decepciones
Muchas veces el rencor trae consigo la decepción como invitada, y es esta acompañante la que más daño provoca.
En estos casos, lo más útil es hacer un cambio en la perspectiva que tenemos de los demás. Por lo general, nos han educado en un sistema de reciprocidad y coerción, en el que, en una relación, cuando damos queremos recibir lo mismo. Se trata de una especie de trueque sentimental que damos por hecho. Pero esto no es correcto. No hay compromiso alguno de dar lo mismo que nos ofrecen, ni ofrecer lo mismo que lo que nos dan. La amistad y los vínculos emocionales no deben basarse en canjes, sino en amar sin esperar nada a cambio.
De este modo, es adecuado cambiar esta percepción con respecto a las relaciones con los demás, de manera que, si hacemos algo por el otro, sea únicamente porque queremos y no para esperar que el otro se comporte igual con nosotros. Nunca esperes nada del otro. Si lo haces únicamente porque esto te sea devuelto, no lo hagas. Hazlo por el mero placer de hacerlo, por el cariño que profesas a la otra persona. Asimismo, si el otro hace algo por ti, tú no tienes la necesidad de devolverlo, porque esta persona lo hará por el placer de complacerte.
Igualmente, no tienes que hacer nada que no desees hacer por otra persona. Decir “no” es un derecho. Si cedes a peticiones con las que no estás de acuerdo o que te molestan, la relación con el otro se deteriorará. Del mismo modo, espera a que el otro te de una negativa ante una petición tuya, porque es su derecho.
Negarse a hacer algo o no devolver aquello bueno que te han dado no va a hacer que el otro te quiera menos. Y, si es así, piensa en qué tipo de relación te une a esa persona.
Haz sólo lo que desees hacer por el otro y nunca hagas aquello que no desees hacer por el otro. Esto te librará de decepciones y de rencores.
Psicodifusión es editada por los psicólogos Paula Borrego y Juan Miguel Enamorado Macías
Leave a Reply