
Los muertos vivientes son criaturas que actualmente forman parte del folclore moderno, y el responsable de esta afiliación cultural no es otro que el director cinematográfico George A. Romero. La mitología popular siempre ha estado cargada de leyendas y fábulas sobre muertos, que bien más se encaminaban al vampirismo que al mudo zombi, que se levantaban de sus tumbas (los conocidos vurdalak rusos) para beber la sangre, matar o simplemente molestar a sus familiares y desconcertados vecinos que días previos habían enterrado al cadáver que ahora vagaba con nocturnidad. Pero, folclore aparte, no fue hasta 1968 cuando los muertos vivientes comenzaron a formar parte de nuestra cultura a raíz de la producción cinematográfica La noche de los Muertos Vivientes, creada por Romero, en la que personas muertas se levantaban de sus tumbas y regresaban al mundo de los vivos sembrando el pánico. De ahí emerge la plétora literaria en torno a muertos vivientes, infectados, zombis, etc. que actualmente forma parte de la mitología moderna y que está tan en boga.
Obviamente, los muertos vivientes son personajes de ficción pero, ¿existe algo de verdad bajo la creación del mito moderno? Sí, como en toda ficción que llega a la categoría de leyenda: las mejores mentiras son las que contienen pequeñas verdades. Esto las hace más realistas y, en el caso que nos ocupa, más terroríficas. Y la pequeña verdad a la que nos referimos es un trastorno mental denominado síndrome de Cotard.
¿Qué es el síndrome de Cotard?
El síndrome de Cotard es un trastorno mental que también se conoce como delirio de negación o delirio nihilista, en el que el afectado cree estar muerto. Las personas con este síndrome tienen el convencimiento de que han fallecido. Muchas de ellas sienten como se descomponen sus órganos, que no existen o que son incapaces de morir (de nuevo, puesto que se creen ya muertas).
Este trastorno no se recoge en el DSM, pero sí en otros manuales diagnóstico como el CIE.
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Su primera descripción la realizó Jules Cotard, un neurólogo francés que denominó este trastorno como delirio de negación, aunque posteriormente ha adoptado el nombre de su descubridor.
¿Hay zombis entre nosotros?
Si un zombi es por definición una criatura semejante a la que refleja la literatura, no hay zombis entre nosotros. Por el contrario, sí existen personas que creen que están muertas y que se comportan como tal. Las personas con síndrome de Cotard no son en realidad muertos vivientes, únicamente tienen la creencia de que han muerto. Objetivamente no son zombis, pero sí subjetivamente. Realidad subjetiva que llega a ser dramática.
Las personas con síndrome de Cotard tampoco se comportan como los muertos vivientes televisivos o literarios. No son agresivas ni comen carne humana. Tampoco infectan con su condición de zombis a los vivos puesto que el síndrome de Cotard no es contagioso. Únicamente tienen la certeza de que un día murieron y por alguna razón incomprensible siguen en este mundo encerradas en su cuerpo.
El síndrome de Cotard no es categórico, sino que se manifiesta desde formas leves hasta severas. De este modo, un episodio leve se suele asociar a un estado depresivo grave con ideaciones de la falta de existencia de algún miembro o la afirmación de estar muerto, mientras que las formas más severas incluyen la creencia de que los órganos internos han dejado de funcionar, no tener sangre ni cerebro, parálisis de la función cardíaca e incluso la no necesidad de alimentarse. Asimismo, muchos casos presentan alucinaciones en la que se describe un olor putrefacto que emana de su propio cuerpo o la percepción de gusanos y alimañas que supuestamente viven en su organismo.
El síndrome de Cotard no es categórico
Cuando se diagnostica el síndrome de Cotard, los profesionales descartan que se trate de otro tipo de trastorno como la esquizofrenia, una depresión mayor o la ingesta de alguna sustancia que provoque este tipo de alucinaciones.
¿Por qué ocurre?
Las causas del síndrome de Cotard no están muy definidas, ya que la población con este tipo de trastorno no es muy amplia.
Se cree que la clave reside en fallos de trasmisión en determinadas áreas cerebrales como el giro fusiforme, que se encuentra en el lóbulo temporal en la superficie inferior del hemisferio, entre el giro temporal inferior y el giro parahipocampal:
Asimismo, parecen implicadas otras áreas cerebrales como la Amígdala cerebral que se asocia con la emoción implicada, sobre todo en el reconocimiento facial:
No obstante, algunas personas diagnosticadas con este síndrome sufrían lesiones en otras partes del cerebro, como en el lóbulo frontal o en el lóbulo parietal:
La ingesta de algunos medicamentos también se asocia al síndrome de Cotard. Fármacos como el aciclovir, que es un anitiviral que se utiliza para el tratamiento de algunas infecciones víricas, puede provocar un episodio de este trastorno como efecto secundario en personas que no son tolerantes a esta sustancia. No obstante, estos casos se subsanan con rapidez cuando se conoce la ingesta del medicamento.
Sin embargo y a pesar de todas estas evidencias, las causas definitivas del síndrome de Cotard no han sido aún identificadas y, aunque estos pueden ser posibles indicios, aún queda un largo camino de investigación.
Las causas definitivas del síndrome de Cotard no han sido aún identificadas
¿Cómo se trata el síndrome de Cotard?
Dado que aún no se conocen las causas específicas que provocan el síndrome de Cotard, no hay un tratamiento específico para este trastorno.
Las personas aquejadas de Cotard son tratadas con antidepresivos y/o antipsicóticos. Algunos casos se han abordado medianamente con éxito con terapia electrocompulsiva. Los pacientes en los que se detectó que el síndrome de Cotard se derivó de la ingesta de aciclovir fueron sometidos a hemodiálisis con el fin de depurar al organismo del detrito del fármaco, con éxito.
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