
“Hacemos veneno para personas a las que no les importa. Es probable que tengamos los clientes más desagradables en el mundo” (Breaking Bad)
El cine y la televisión han dado, en estos últimos años, visibilidad a determinadas sustancias psicoactivas, como es el caso de la metanfetamina, singular protagonista de la serie televisiva Breaking Bad.
La metanfetamina es una sustancia sintética cuyo uso parece limitarse al recreativo y cuyo consumo parece relativamente moderno y actual. Pero, ¿es así realmente?
En el presente artículo se tratará la metanfetamina y el oscuro pasado que el mundo parece haber olvidado.
¿Qué es la metanfetamina?
La metanfetamina (“desoxiefedrina”, para las formalidades; y “meta”, para los amigos) es un psicoestimulante sintético, es decir, elaborado de modo artificial, a partir de la anfetamina.
En concreto, se trata de un agonista adrenérgico, lo que viene a traducirse en un estimulante de la adrenalina y la efedrina.
Sus efectos son similares a los que produce la anfetamina (euforia, alegría, alivio de la fatiga, etc.), con la diferencia de que, en el caso de la meta, son mucho más pronunciados. Esto se debe a que esta sustancia atraviesa la barrera hematoencefálica con mucha más facilidad que la anfetamina.
El nacimiento de la metanfetamina
La metanfetamina nació en Japón. Fue sintetizada por primera vez en 1919 a partir de la molécula de la anfetamina.
Los orígenes y destino de esta sustancia son similares a los de muchas otras, actualmente drogas recreativas, como medicamento. En concreto, se comenzó a comercializar en el año 1938 con el nombre de “Methedrina”, como fármaco para la descongestión nasal y bronquial.
No se tardó en ver los maravillosos efectos euforizantes de la sustancia, por lo que, en pocos años, se empezó a utilizar, como no pudo ser de otra forma, como fármaco milagro.
De este modo, la meta tuvo un comienzo de carrera similar al de sus primas la cocaína y la heroína.
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La carrera de la meta en el ejército
Pronto se descubrió que los efectos de la meta iban más allá de la descongestión nasal. Se trataba de una sustancia altamente estimulante que provocaba una gran disminución del cansancio, poder estar despierto más de 48 horas sin acusar sueño o fatiga y disminución radical del apetito, lo que provocaba que sus consumidores no ingirieran muchos alimentos.
El Partido Nazi vio el potencial que podía tener esta sustancia, sobre todo para sus soldados, que podían aumentar el doble su rendimiento. De este modo, el Partido Nazi comenzó a comercializar la metanfetamina sin receta bajo el nombre de “Pervitin”. De este modo, la sustancia no estaría solo destinada a la descongestión nasal, sino que se podía adquirir como estimulante habitual o sustitutivo del café. El Partido Nazi invirtió una gran cantidad de recursos para promocionar la meta y se llegó a sacar a la venta chocolate que contenía, al menos, 20 gramos de esta sustancia.
En 1938 el doctor Otto Ranke realizó una investigación para comprobar la eficacia de la metanfetamina frente a otros estimulantes. De este modo, se realizaron dos grupos de soldados. A un grupo se le suministró café y, al otro, Pervitin. El resultado fue que aquellos que tomaron café no aguantaban más de 10 horas despiertos durante la noche, mientras que los sujetos con Pervitin seguían alerta y eufóricos. Este resultado provocó que se administrara Pervitin a las tropas alemanas.
Y no fue para menos, los resultados se tradujeron en el éxito de “La Guerra relámpago”, en la que el 1 de septiembre de 1939 los nazis invadieron Polonia.
Así, la metanfetamina se utilizó en las tropas alemanas durante toda la Segunda Guerra Mundial y, aunque el laboratorio que distribuía el “Pervitin”, “Temmler”, era alemán, los Aliados, con el afán de no quedarse atrás, comenzaron a sintetizar también su propia meta y suministrarla a sus soldados.
En mayo de 1940, las divisiones de panzer avanzaron poderosamente hacia el oeste a golpe de, aproximadamente, veinte mil pastillas de meta que fueron repartidas entre las tropas. Los estadounidenses, no indiferentes ante el éxito de la sustancia, destinaron más de doscientos millones de pastillas a sus tropas durante la guerra. Asimismo, en Japón se utilizó también para estimular a los trabajadores de la industria y que, de este modo, aumentara la productividad.
Las consecuencias del uso de la metanfetamina
Ni las Potencias del Eje ni los Aliados tardaron mucho en darse cuenta que la milagrosa sustancia también tenía su parte negativa.
Cierto es que permitía que los soldados rindiesen más allá de la capacidad humana normal, pero también comenzaron a ver que muchos de ellos presentaban crisis psicóticas con alucinaciones visuales o auditivas, algo poco recomendable en el campo de batalla.
Igualmente, muchos soldados comenzaron a padecer un exceso de sudoración, vértigos, temblores y una enorme irritabilidad. El consumo excesivo de la metanfetamina provocó ataques cardíacos e hipertermia letal.
Asimismo, se descubrió que la metanfetamina causaba problemas dentales, lo que actualmente se conoce como “boca anfetamínica”, que consiste en el deterioro de las piezas dentales hasta su caída. Esto, que ocasionaba continuas infecciones bucales, que ya no son inocuas de por sí, unidas a las pobres condiciones higiénicas del frente, provocó serios problemas de salud entre los soldados.
Otro de los problemas es que la metanfetamina tiene un gran grado de tolerancia, por lo que los consumidores cada vez necesitaban una dosis más elevada si deseaban tener los mismos efectos. De este modo, el cuerpo de aquellos que tomaban meta frecuentemente se acostumbraba y lo que se lograba con una pequeña dosis cada vez era menos posible, necesitando ingerir dosis mayores.
Esto se unía al enorme síndrome de abstinencia que presentaba la sustancia, que provoca depresión, ansiedad, agotamiento extremo y, obviamente, ansias por consumir de nuevo (lo que viene a llamarse “el mono”).
De este modo, no había más salida que consumir más dosis, ya que dejar de tomar la meta conducía irremediablemente al síndrome de abstinencia.
Fin de la guerra ¿Fin de la metanfetamina?
A pesar de todos los efectos negativos de la sustancia, la metanfetamina se siguió utilizando durante todo el período bélico por ambos bandos. Pero, ¿qué ocurrió tras la guerra? Lo más lógico es pensar que el uso de la meta, visto lo visto, se erradicó. Pero no fue así.
La metanfetamina se siguió comercializando normalmente, junto con las anfetaminas, hasta los años 70 como fármaco de primera elección para tratamientos de adelgazamiento.
¿El declive y fin de la meta?
En 1971, la Convención sobre sustancias psicotrópicas incluyó la metanfetamina en la Lista II (Schedule II), por lo que su circulación se vio drásticamente reducida, pero continuó siendo legal.
Aunque la metanfetamina se comercia ilegalmente en el mercado negro y la fama de la misma se asocia a la ilegalidad, actualmente sigue siendo legal en su forma farmacéutica. La metanfetamina está indicada en el tratamiento de la narcolepsia y en el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), junto con las anfetaminas.
Autora: Paula Borrego.
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