
¿Para qué sirve dormir? Aparentemente, cuando se duerme parece que no se está haciendo nada. Incluso puede llegar a pensarse que dormir es una pérdida de tiempo. Pero nada más lejos.
En el presente artículo se tratará la importancia del sueño en el organismo humano.
¿Por qué dormimos?
Dormir es una función biológica básica como comer, beber o respirar. Es un proceso necesario y vital.
Dormir es una función biológica básica
Al igual que la privación de alimento, bebida o de aire conducen inevitablemente a la muerte, la privación absoluta de sueño es también mortal.
Dormimos, pues, para vivir. Porque, sin el sueño, muchas de las funciones biológicas básicas serían imposibles.
Dormimos para vivir
¿Cuál es la función del sueño?
Obviamente, la función de comer, beber o respirar para vivir es más que conocida, pero, por alguna extraña y misteriosa razón, no lo es tanto la función del sueño.
En un acto de raciocinio y reflexión se puede sacar en claro que dormir es necesario para descansar y que el ser humano no sería capaz de realizar su actividad sin que hubiese períodos de descanso.
Exacto. Durante el sueño, el organismo humano consume menos oxígeno, se disminuye el ritmo cardíaco y se produce un descenso en el tono muscular y de la temperatura.
Estas condiciones se traducen en un gran ahorro energético inigualable al que se puede producir si se descansa y no se duerme.
Esta función es obvia y sería una analogía a recargar la batería de un móvil, por ejemplo. Si no se usa el móvil, este consume menos batería, pero si no se recarga directamente en una toma de corriente terminará por apagarse.
El ritmo diario de una persona supondría que su batería se agotase poco a poco aunque se tome descansos entre actividad y actividad, pero el momento de dormir es cuando realmente se recarga, como si se enchufase a una corriente.
Pero la función de recargar batería, aunque ya de por sí resulta vital, no es la única función del sueño. Otras funciones, y no menos importantes, son: reparación y eliminación de residuos, ánimo y memoria.
El sueño es reparador
Cuando se duerme el cuerpo libera una serie de sustancias que reparan el desgaste fisiológico y neuronal que ha tenido lugar durante el día.
Por ello, la falta de sueño disminuye el rendimiento intelectual, y se tiende a estar más cansado físicamente, aunque no se haya realizado ninguna actividad física relevante que pueda haber provocado esa sensación de cansancio.
El sueño anima
Dormir suele asociase con la pereza, por la inactividad física inherente al acto. Así, es frecuente que se utilicen palabras como “soporífero” o “letárgico” para referirse a procesos aburridos, pesados o poco animosos.
Pero nada más alejado de la realidad. El sueño influye enormemente en el estado de ánimo a nivel biológico.
Durante el sueño se libera una hormona denominada melatonina, que es fundamental en la regulación de los ciclos del sueño. Esta hormona se sintetiza según la luz y la oscuridad.
De este modo, los seres humanos segregarán esta hormona en mayor cantidad cuando haya menos luz, por eso se duerme por la noche, y la luz del día provoca que nos despertemos. En otros animales, como los búhos, es al contrario.
La melatonina es sintetizada a partir del aminoácido esencial triptófano, que es muy importante también en la síntesis de la serotonina, que es un neurotransmisor implicado en los estados de ánimo y la depresión.
Esto explica por qué cuando se duerme poco el ánimo disminuye y se está más irritable. También explica por qué los días con poca luz afectan al ánimo.
Si quiere conocer cómo el clima afecta al ánimo, pinche aquí
De este modo, para el buen ánimo no hay nada mejor que jornadas de un buen sueño reparador.
El sueño es memoria
Los efectos del sueño en el Sistema Nerviosos Central están ampliamente estudiados. Además de la función de reparación, el sueño sirve para consolidad todo lo aprendido durante el día y afianzarlo en la memoria.
De este modo, el sueño tiene una gran importancia en los procesos de aprendizaje y de memoria.
Todos estos factores son la razón de por qué dormir no es una pérdida de tiempo, sino una inversión del mismo que permite, no solo rendir más eficazmente al día siguiente, sino consolidar los conocimientos y experiencias adquiridas durante la jornada y reparar el desgaste físico y cerebral diario.
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