
Apego: Qué es y cómo nos afecta
A nivel coloquial todo el mundo conoce el significado de apego. No se trata más que del aprecio que se tiene sobre alguien o algo. Podemos estar apegados a una persona o a una casa, por ejemplo.
En psicología, el apego tiene una connotación diferente, la cual es fundamental para el desarrollo de las personas y condiciona, enormemente, su futura relación con el entorno.
Si te interesa conocer más sobre el apego, continúa leyendo el artículo.
¿Qué es el apego en psicología?
El apego es todo aquel vínculo emocional que se establece con otra persona. En este estado se comparten sentimientos de confianza y seguridad.
Este tipo de vínculos forman parte de nuestra estructura emocional y afectan enormemente al modo que tenemos de interactuar con otras personas.
El apego deriva en la necesidad o el placer de permanecer junto a, o en contacto con, la persona con la que se ha formado ese vínculo.
El apego puede surgir con personas de la familia, con amistades, con animales e incluso con objetos.
¿El apego nace con la persona o se hace?
Es innegable que la personalidad de cada cual va a determinar nuestra estructura emocional. No obstante, el apego en sí no es algo con lo que se nace, sino que se va conformando a lo largo del ciclo vital, siendo las edades más tempranas las más importantes para su formación.
Se trata de una emoción que surge en los primeros meses de vida y que se observa en todos los mamíferos, a nivel evolutivo, como un medio de supervivencia para las crías que, en estos períodos, están indefensas. Asimismo, el apego afianza el vínculo entre individuos que están programados para vivir en manada. De este modo, aunque el apego comienza en la infancia, se afianza en la adultez, y se emplea en la misma en función de los vínculos que se hagan con las diferentes personas.
Si el apego de desarrolla adecuadamente, las personas tendrán una relación más apropiada con el resto en su edad adulta, mientras que si los apegos se desarrollan inadecuadamente las relaciones futuras pueden verse afectadas.
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¿Cuándo aparece el apego?
El apego aparece en las edades más tempranas de una persona, durante los primeros meses de vida. En este período, el recién nacido va conformando una serie de vínculos con aquella o aquellas personas que cuidan de sus necesidades vitales, como la alimentación. Por lo general, estas figuras son las paternas, aunque no tiene que ser así si los cuidadores son otras personas.
Este tipo de vínculo que va conformando el niño es vital para la supervivencia de éste, ya que su función es crear una especie de conexión hacia las personas de las que depende su vida en esa etapa vital en la que es vulnerable y no puede valerse por sí mismo.
Entre el período de dos a seis meses el niño comienza a reconocer a las figuras de apego, y es en este momento cuando el apego comienza a formar parte de su estructura emocional.
Desde los seis meses a los tres años comienza a surgir una conciencia de emocionalidad y, por consiguiente, un proceso de aprendizaje que la regule.
De los tres años en adelante el niño aprende a regular sus emociones, siendo el apego una parte importante de cómo percibe las mismas hacia otras personas.
De este modo, si las bases del apego son adecuadas, la persona tendrá vínculos adecuados con otras personas y su entorno. Pero si el apego no se desarrolla adecuadamente, la persona puede tener problemas emocionales que afecten a su vida y a su felicidad futura.
¿Se puede cambiar el apego?
El apego no es innato, es decir, no se nace con apegos. Estos vínculos se van desarrollando a lo largo de la vida.
Por ello, es posible cambiar el modo de vincularnos emocionalmente a las personas.
Un mal apego afecta a las relaciones familiares, de amigos y de pareja. Esto puede ser bastante destructivo para la persona que padece esta situación y para su entorno.
Es, por consiguiente, fundamental atender si un problema de ansiedad, depresión y, sobre todo, de relaciones interpersonales y muy especialmente en la pareja, está relacionado directa o indirectamente con el estilo de apego personal. Para ello, como siempre, le recomendamos que acuda a un profesional de la psicología.
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